
-Disminución del número de hijos por mujer. La presencia del homo oeconomicus junto a la incorporación de la mujer al mercado de trabajo (y la forma en que esta lo ha hecho) hacen que las parejas confeccionen planes de futuro en base a sus recursos actuales y potenciales (se estudian las posibilidades reales de tener hijos, a lo cual se subordinarán factores prioritarios en épocas anteriores como el instinto maternal o de reproducción).
Por otra parte, las circunstancias del mercado de trabajo exigen que los individuos dediquen más años a formación, con el objetivo de obtener un currículum competitivo. Lo que conduce a que su incorporación al mercado laboral y, por tanto, a las cotizaciones a la hacienda pública, sea bastante más tardía.
El sistema español de Seguridad Social está basado en el concepto de reparto: las generaciones presentes financian las prestaciones de los sectores poblacionales que ya han dejado de participar en el mercado laboral.
La principal consecuencia con la que nos encontramos es que las bases del sistema cotizan menos años, al tiempo que la población tiende a envejecer. Esto ha llevado a algunos teóricos a alertar de que es posible que en un futuro no tan lejano el sistema se resienta.
Y aquí llega el tema, polémico, del que tanto hablamos estos días: el retraso en la edad de jubilación hasta los 67 años. Esta alternativa busca que el aumento de años cotizando pueda garantizar la cobertura de generaciones futuras. Pero no es la única. Otras propuestas podrían ser:
1. Estimular un boom demográfico. Complicado desde dos perspectivas: el cálculo racional en la planificación familiar del que antes hablábamos, y la falta de garantías sólidas de que tales generaciones podrán trabajar.
2. Actuar sobre el mercado de trabajo, básicamente creando empleo para reducir el paro. Los Estados pueden estimular la activación de procesos económicos concediendo subvenciones para la creación de empresas (con lo que surgirían puestos de trabajo) o destinando recursos a mejoras en infraestructuras, servicios, etc. El riesgo que plantea esta opción es el déficit público: que se gaste más de lo que se ha ingresado.
3.Introducir un modelo mixto o mutar a un sistema de capitalización individual. Esto supondría la aparición de algo parecido al ahorro privado, de tal suerte que la Seguridad Social retendría a cada trabajador un porcentaje sobre su renta para que este pueda disponer de esos recursos una vez se jubile. El problema de adoptar únicamente un sistema de capitalización individual radica en aquellos casos en que el trabajador, lejos de jubilarse, pierda de forma absoluta su capacidad para trabajar, y lo que haya cotizado hasta el momento no le sea suficiente para subsistir el resto de su vida.
Son tres alternativas expuestas en un boceto. Hay más e incluso estas mismas podrían combinarse. En cualquier caso, el debate está servido...